Cap anterior:
-¡Qué despropósito! Ir repentinamente a casa ajena para ver
a “una linda muchacha” baboso impertinente, ¿qué se creen esos ricachones de la
nobleza? ¿Qué con sus oros pueden camelar a las damas? Vile la cara y os puedo
asegurar que solo faltarle el cubo para recoger sus babas –las criadas y su
prometido quedaron petrificados en la habitación, estaba hablando igual que una
mujer.
-No se preocupe, ahora mismo habla usted igual que una dama
–decía Dietrich mientras se reía, finalmente el menor accedió a que le
colocasen el corsé y el mayor salió de la habitación.
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Tras colocarle el corsé y peinarle adecuadamente quedaba elegir el vestido, optaron por uno con el cuello alto con botones hasta la zona del pecho y ajustado hasta la cintura el cual después caía de forma recta, era de manga larga al llegar a la muñeca la manga se ensanchaba con el borde de encaje. El color del vestido era un verde claro que contrastaba con su pelo negro recogido estaba vez con una coleta. Por último quedaba el maquillaje, esta vez sería sencillo, le pusieron un poco de colorete, resaltaron las pestañas y por último un pintalabios de color suave.
Los prometidos bajaron juntos la escalera para recibir al
joven que preguntaba por Evelyn y así conseguir espantarlo, sin embargo eso no
funcionó. Los tres se miraron sorprendidos, Evelyn al verlo más de cerca se dio
cuenta de que era un joven muy apuesto, de la misma estatura y edad que
Dietrich, sin embargo este tenía el pelo corto de un rubio cobrizo, con el
flequillo algo desordenado que le caía por los lados. La tez de su piel era
bastante clara, lo que hacía resaltar más sus ojos oscuros. Llevaba un traje
propio de una persona de la nobleza, además de una capa larga. Evelyn miraba a
los dos, pensando en lo poco guapo que quedaba a su lado. El más joven se dio
cuenta de la mirada tan poco amistosa entre su pretendiente y el otro joven,
daba la sensación de que ya se conocían de antes, y no llevarse bien
precisamente.
-Que descortés, ¿por qué no pasamos a sentarnos y mientras
usted me dice su nombre? Dijéronme que usted señor, preguntó por mí –dijo
Evelyn intentando romper la tensión del ambiente creada por un silencio
incómodo.
-Oh disculpe señorita, que poca educación –respondió
mientras le besaba la mano- mi nombre es Diederich, versión antigua de Dietrich
–sonrió haciendo que el rubio cada vez se cabrease más, solo su presencia le
cabreaba- la gente hablaba de una muchacha muy hermosa junto con Dietrich, debe
saber que siempre se rodea de las damas más hermosas y veo que sigue siendo
cierto.
-Que cosas me dice usted –se ría fingiendo sentirse alagada,
pero en realidad quería vomitar- sin embargo, créame señor, que no volverá a
rodearse de muchachas tan hermosas, no sería apropiado para una persona
prometida, ¿no es cierto? –respondió algo incómodo, produciendo una sonrisa
sincera mientras negaba con la cabeza en Dietrich.
El joven vampiro cada vez estaba más tenso, se sentía celoso
al saber que tantas muchachas jóvenes y bellas querían pretender a su
prometido, y ese sentimiento no tenía sentido, todo aquello era una farsa, sin
embargo cada vez que le dedicaba una sonrisa sentía cómo se aceleraba su
corazón. Una dama refinada, aunque no correspondiese al caballero tenía que
escucharle pero por mucho que lo intentase no podía y más estando Dietrich
sentado a su lado. El problema radicaba e que no había hecho de forma oficial
su compromiso y él tendría que ausentarse durante días o semanas, estaba
nervioso por lo que intentase hacer Diederich, cuanto más avanzaba la
conversación más claras eran sus intenciones. Le repugnaba que le tocase las
manos o el pelo.
-A usted se refieren siempre como un digno caballero, mas hoy no da esa impresión, reconozcamos que
esta dama aquí presente es inteligente, hermosa y con buen día hasta es muy dulce, cosa que compensa tres grandes peros y no por orden de gravedad, uno su carácter y el otro solo se sabe al conocerla bien –Evelyn le miró con indignación dándole un codazo- el tercero es que está prometida. A mi parecer, aunque usted sea conde no le da derecho a flirtear con ninguna dama que esté prometida, sería una deshonra para cualquiera –Dietrich realmente estaba cabreado, le costaba reconocerlo, pero estaba
celoso- No quisiera ser grosero, pero la señorita y yo debemos de encargarnos de muchos asuntos.
Después de una breve conversación, el conde se marchó y
Evelyn empezó a reírse. El ambiente entre los dos cada vez era mejor, la
complicidad entre ambos era notable.
Ambos pasarían por unas semanas duras, Dietrich se
ausentaría y las clases de Evelyn para ser una señorita estaban a punto de
comenzar, sin embargo no se imaginaban lo que se complicarían sus vidas al cabo
de esas semanas.